Historia
Los impresionistas habían tenido un precedente en Camille Corot y en la Escuela de Barbizon. Corot tuvo un importante papel en la formulación del Impresionismo, porque renunció a muchos de los recursos formales renacentistas prefiriendo concentrar su atención en espacios más planos, más sencillos y en superficies más luminosas. Y, aunque a diferencia de los impresionistas nunca llegó a fragmentar la luz en sus componentes cromáticos y siempre organizó y simplificó sus formas para conseguir una cierta composición clásica, también usó con frecuencia una elevada clave tonal así como, en términos generales, un frescor y una espontaneidad nuevos en el Salón oficial. Por su parte, una vez que la Escuela de Barbizon y, en particular, Rousseau.
Inicios
Con anterioridad al Impresionismo, el marco artístico, era dominado por un eclecticismo, al que respondió la generación de las rupturas estilísticas, una serie de rupturas que darán personalidad propia al arte contemporáneo. La primera de ellas o, si se prefiere, su preámbulo, es el Impresionismo, un movimiento, resultado de una prolongada evolución, que coloca definitivamente al siglo XIX bajo el signo del paisaje y que busca un lenguaje nuevo basado en un naturalismo extremo.
La mayor parte de la generación impresionista nació entre 1830 y 1844, pero no se encontraron en París hasta la década de 1860. El acontecimiento decisivo no ocurrió hasta 1869, cuando Renoir y Claude Monet pintaron juntos en La Grenouillère-"ranería" o estanque, en francés, en este caso el principal del Bois de Boulogne-, sin duda el año más importante para el movimiento impresionista. Fue allí donde ambos descubrieron que las sombras no son pardas ni negras, sino coloreadas en su periferia, y que el color local de los objetos queda modificado por la luz que los ilumina, por reflejos de otros objetos y por contrastes de colores yuxtapuestos. Los dos pintores comenzaron a usar con creciente frecuencia colores puros y sin mezcla, sobre todo los tres colores primarios y sus complementarios, y a prescindir de negros, pardos y tonos terrosos. Aprendieron también a manejar la pintura más libre y sueltamente, sin tratar de ocultar sus pinceladas fragmentadas y la luz se fue convirtiendo en el gran factor unificador de la figura y el paisaje.
A finales de 1869 los principales pintores impresionistas ya se conocían bien unos a otros. Por entonces el Café Guerbois, en la Rue de Batignolles, cerca del taller de Edouard Manet (quien parece que por el momento era la personalidad dominante) se convirtió en el cuartel general de este círculo artístico. La actitud de solidaridad de los impresionistas a comienzos de los años 1870 se expresa de un modo muy revelador en algunos retratos de grupo como el de Fantin-Latour (Taller en el barrio de Batignolles, 1870) o el de Bazille (El taller del artista en la Rue de la Condamine, 1870).
Por primera vez, durante la guerra franco-prusiana los impresionistas tienen que separarse: Renoir y Manet permanecieron en París, Bazille murió en el frente y Monet y Camille Pissarro coincidieron en Londres, donde conocieron a Durand-Ruel (1831-1922), de ahora en adelante el marchante "oficial" del grupo. De hecho, en 1873 Durand-Ruel se mostraba ya lo bastante seguro de ellos como para preparar un catálogo completo con las existencias de su galería que no llegó a publicarse. Y tenía razones para estarlo.
Florecimiento y primera exposición
1873 marcará un giro característico del Impresionismo: el paso de la fase preparatoria a la fase de florecimiento. Los tanteos estaban olvidados y el trabajo adelantado. Pisarro y Monet habían hecho en Londres estudios de edificios envueltos en nieblas; Alfred Sisley, aún más vaporoso, se les había adelantado por ese camino; Renoir se hallaba, de momento, bajo la total influencia de Monet; y Edgar Degas empezaba a tratar los tutús de sus bailarinas del mismo modo que Monet o Renoir las flores del campo.
Todos los impresionistas, incluyendo a Berthe Morisot, eran ya conscientes de formar un grupo y de tener iguales objetivos que defender. Su primera aparición pública como tal se estaba fraguando. A fin de pesar más a los ojos del público intentaron atraerse a otros artistas y fundaron una Sociedad anónima de pintores, escultores y grabadores que, por fin, en 1874, logró organizar una muestra en los salones del fotógrafo Nadar. En total participaron treinta y nueve pintores con más de ciento sesenta y cinco obras de las que diez eran de Degas, la mayor aportación individual del grupo, y entre las que estaba la ya legendaria Impresión: sol naciente de Monet que, burlonamente citada por un crítico, dio nombre al grupo.
Económicamente la exposición fue un desastre pero consiguió dar cohesión a los impresionistas y sirvió de precedente para más afortunadas empresas futuras. Dos años más tarde abrieron una nueva muestra, y luego, en 1877, una tercera. Sin embargo, el público no cesaba en su hostilidad y hasta 1879 el número de visitantes no creció. El éxito había de llegar, lento pero seguro, aunque será precisamente el éxito del grupo lo que pondrá fin a estas muestras colectivas.
Disolución
A finales de esa década, los impresionistas comenzaron a disgregarse, a tener dudas, a encontrar que su alborozante arte era insuficiente. En realidad, es algo desconcertante que el momento de auge de este nuevo estilo durase tan poco tiempo. Se puede aducir que, evidentemente, después de tan larga lucha, los impresionistas pudieron darse cuenta de que habían creado y desarrollado un nuevo idioma válido y original, y continuar, en consecuencia, durante muchos años, sacando las deducciones de sus descubrimientos. Pero lo cierto es que, en términos generales, no lo hicieron así. Clark encuentra una explicación a esto en las limitaciones inherentes a un estilo que trata de transcribir simplemente la naturaleza y lo cierto es que los pintores llegaron a darse cuenta de que se hallaban en un callejón sin salida estilístico.
Se encontraron con el paredón del callejón cuando se dieron cuenta que toda su revolución había consistido en poner los colores desde el tubo directamente en el lienzo, sin pasar por la paleta, pero que por lo demás, no habían inventado nada que no se había hecho desde Giotto: Pintar lo más fielmente lo que veían: una cara con dos ojos si el modelo tenía dos ojos; un caballo de un metro sesenta centímetros de alzada si el animal tenía esas medidas; un río de doscientos metros de ancho con un puente de cinco arcos si el río tenía doscientos metros de ancho y cinco ojos el puente. Era bueno que desapareciesen, dejando paso al expresionismo del siglo XX: permitir a los artistas volver a las raíces de todo el arte: el arte africano.
Técnica
La postura tradicional enseña que cuando la fotografía logró el plasmado real de los objetos, el Impresionismo pretendió la representación desde una nueva técnica: el abandono de la paleta de colores mezclados para usar colores puros que se yuxtaponen en la retina del espectador. Pero eso es falso. El Impresionismo mezcló a menudo el color en la paleta, lo elaboró, lo preparó, y entonces lo aplicó a la tela previa interpretación del autor y con el aporte exterior de la sensibilidad de cada espectador, porque de lo que se trataba, entre otras cosas, era de descomponer la forma en pinceladas anchas y escuetas que necesitaban forzosamente la participación del que mira.
Los tres problemas claves del Impresionismo habían sido la luz, el espacio y el momento. El espacio se enfocaba, desde luego, de un modo totalmente nuevo: el Renacimiento tenía, y había legado a la posteridad, un concepto dramático y escenográfico del espacio, pero el Impresionismo tenía un concepto aprehensivo y totalizador para cuya captación era absolutamente necesaria la concurrencia de la luz. Para la nueva representación no había que acatar la regla del punto de fuga o de la unidad del cuadro bajo un punto, sino que, al ser un espacio total, captado de una forma intelectual, se podía apreciar por un detalle, por la relación de dos elementos del cuadro, por un enfoque diferente o por la gradación de la intensidad lumínica. Y es que la luz, sobre todo, se enfocó de una manera revolucionaria. Hasta ese momento se trataba de iluminar, de pintar las cosas a la luz y con luz. Para los impresionistas se trataba de pintar la luz y las cosas en la luz porque ella es el elemento esencial que envuelve la materia y por eso resulta inseparable de cualquier figura representada. Esa misma luz sería la que daría la posibilidad de plasmar el instante, lo fugaz, por la sencilla razón de que las cosas son diferentes con diferente luz. Por eso fue tan importante el Impresionismo: rompió definitivamente la iluminación directa que produce el claroscuro y, con ello, anuló todo el sentido dramático que hasta ahora imperaba en el arte y del que tanto había abusado la pintura inmediatamente anterior.
El impacto de la ciencia sobre los pintores fue fundamental, sobre todo en el campo de la investigación óptica y, en especial, en lo referente a los colores y a la estructura de la luz. El hombre de ciencia cuyo nombre suele asociarse a las teorías de los impresionistas sobre el color es el químico francés Eugene Chevreul. En 1839 publicó su libro Los principios de la armonía y el contraste de los colores y su aplicación a las artes. Su principal idea era que los colores en proximidad se influyen recíprocamente, algo que ya habían intuido muchos pintores pero que nunca se había escrito en una teoría concreta y científicamente demostrada. Chevreul también observó que cualquier color visto aisladamente parece estar rodeado por una leve aureola de su color complementario y estudió lo que se conoce como mezcla óptica: experimentando con hilos de lana encontró que dos hilos de tinte distinto parecen un solo y mismo color cuando se los ve juntos a distancia. Todo esto iba a ser una influencia decisiva para los impresionistas porque acabó induciendo a los pintores a matizar sombras con colores complementarios del color del objeto que las arrojaba y a yuxtaponer colores en el lienzo para que el ojo los fundiese a distancia, produciendo de esta manera colores más intensos de lo que había sido posible conseguir mezclándolos simplemente en la paleta. A su vez, los impresionistas sacaron también partido del descubrimiento de que los colores complementarios yuxtapuestos, si se usan en zonas suficientemente grandes, se intensifican de manera recíproca, mientras que, usados en pequeñas cantidades se funden, reduciéndose a un tono neutro.
Variantes en la estética impresionista
No todos los pintores del grupo fueron iguales y, ni mucho menos, fielmente ortodoxos con respecto a la estética impresionista. Las sólidas estructuras de luz y sombra de Eduard Manet fueron realizadas en su mayoría en interiores, después de muchos estudios preliminares, y tienen la dicción formal del arte de estudio, no la frescura de la pintura al aire libre. La atmósfera y el color local no eran, ni mucho menos, sus objetivos primordiales, y cuando representaba lo que parece, a primera vista, un tema "impresionista" era capaz de cargarlo con tantas ironías y contradicciones que llegaba a empañar toda su inmediatez.
Dejando aparte a Berthe Morisot, el pintor del grupo que más se le aproxima es Edgar Degas, con una pintura difícil de comprender por su aguda inteligencia, sus intrigantes mezclas de categorías, sus influencias poco convencionales y, sobre todo, su tan traída y tan llevada "frialdad", aquella fría y precisa objetividad que fue una de las máscaras de su infatigable poder de deliberación estética.
De hecho, ningún pintor del grupo es tan puramente impresionista como Claude Monet. En su obra el factor dominante es un claro esfuerzo por incorporar el nuevo modo de visión, sobre todo el carácter de la luz, mientras que la composición de grandes masas y superficies sirve únicamente para establecer cierta coherencia.
Por su parte, Renoir es el pintor que nos convence de que la estética del Impresionismo fue, sobre todo, hedonista. El placer parece la cualidad más evidente de su obra, el placer inmediato y ardiente que produce en él la pintura. Nunca se dejó agobiar por problemas de estilo y llegó a decir que el objeto de un cuadro consiste simplemente en decorar una pared y que por eso era importante que los colores fueran agradables por sí mismos.
Sin duda, Camille Pisarro fue el menos espectacular de los impresionistas porque es un pintor más tonal que esencialmente colorista. Pero, decano del Impresionismo, tuvo un importante papel como conciencia moral y guía artístico.
Y, por último, trabajando a veces con Renoir y a veces con Monet, estaba Alfred Sisley, influido por ambos. Durante toda su vida siguió fielmente las directrices de los impresionistas pero nunca llegó a abandonar "la caza del motivo" y siempre se dejó llevar espontáneamente, con una facultad de comunicación directa, por un Romanticismo subyacente y lleno de poesía.
Recordando siempre que la primera manifestación oficial del impresionismo fue la exposición organizada en 1874 en el estudio del fotógrafo Nadar, al margen del Salón oficial, por un grupo de pintores (Bazille, Cézanne, Degas, Monet, Morisot, Pissarro, Renoir, Sisley), cuyas obras motivaron el rechazo generalizado de la crítica y del público. Un cuadro de Monet, Impresión, sol naciente, motivó la denominación «impresionismo», creada con intención peyorativa por el crítico Leroy. Esta primera muestra fue el punto de llegada de un período de formación iniciado unos quince años antes por un grupo de artistas de la Academia Suiza (Pissarro, Cézanne, Guillaumin, Monet, Renoir, Sisley, Bazille), quienes, interesados en romper con los planteamientos pictóricos tradicionales y a partir de las innovaciones de Corot y de los paisajistas de la escuela de Barbizon, se centraron en la pintura al aire libre y buscaron el plasmado cambiante de la luminosidad de los paisajes y de las figuras humanas. Durante este período inicial fue fundamental la figura de Manet, quien, con La merienda campestre y con Olimpia, se convirtió en el abanderado del antiacademicismo. Tras la primera exposición, los impresionistas reunieron sus obras en siete ocasiones más (1876, 1877 que plasmó el momento de mayor cohesión del movimiento-, 1879, 1880, 1881, 1882 y 1886), a lo largo de las cuales dejaron de participar algunos de los artistas pioneros (Cézanne, Monet, Renoir, Sisley) y se añadieron nuevos nombres (Cassatt, Gauguin, Redon, Seurat, Signac). Las primeras publicaciones importantes sobre la nueva tendencia fueron los artículos de Zola (en L'Évènement) y de Castagnary (en Le Siècle), La nouvelle peinture (1876), de Duranti, y la Historia de los pintores impresionistas (1878), de Duret. El impresionismo creó escuela también en otros países europeos; son de destacar Zandomeneghi en Italia; en España Regoyos, finales de 1915, Eugenio Hermoso,La Juma, la Rifa y sus amigas, y 1920 por Sorolla y por último, mucho más tarde y tímidamente en 1988, con el pintor Estéfano Viu; Claus en Bélgica, Grabar y Levitan en Rusia, Steer y Sickert en Gran Bretaña y Sargent, Hassam y Twachtman en EE UU.
Tenemos que recordar que también implicó a los músicos impresionistas, frente al dramatismo de los románticos, trataron de aludir más que de afirmar y se expresaron más por medio de la disociación armónica y del timbre y del color de los instrumentos que por medio de la melodía. Sus máximos representantes fueron C. Debussy y M. Ravel, aunque también estuvieron influenciados por esta técnica autores como P. Dukas, F. Delius, A. Caplet, F. Schmitt o R. Vaughan Williams.
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