miércoles, 20 de junio de 2007

ARTE ARABE



La península arábiga era un desierto demográfico, con oasis de población y floreciente comercio, especialmente en las costas, que se articulaban sobre una débil red de caravanas nómadas. Mahoma representa la unificación de las tribus a través de la religión, heredera en gran parte de elementos judeo-cristianos. Así, el arte que producen como enseña del nuevo estado, recoge elementos del arte romano, griego y paleocristiano. Frente a lo que comúnmente se cree, el Islam no prohibe la representación de figuras humanas y animales, excepto por supuesto en recintos sagrados. Pero los palacios se cubren con magníficas escenas de caza en mosaicos y frescos: las salas de baños ostentan escenas eróticas y placenteras, como el de Qusayr Amra, o los mosaicos de caza y escenas simbólicas que se conservan en el palacio de Al-Mafiar. La tipología arquitectónica más representativa era la mezquita, planteada sobre el esquema de la casa de Mahoma. Los materiales preferidos eran el ladrillo árabe, el mármol, el yeso para las decoraciones... El fresco fue la técnica preferida para la pintura de corte, que es la que más se remite a la raíz helenística, sobre todo en sus principios, puesto que para las mezquitas se decantan con mayor frecuencia por el mosaico, pavimental o parietal, con motivos geométricos o vegetales. Los murales más famosos se inician ya con la primera dinastía, la Omeya, de la familia del profeta, en la primera mitad del siglo VIII, con los ejemplos ya citados de Qars Amra y Al Mafjar. Con la dinastía Abbasí los restos son mínimos, tal vez por tratarse de una época de luchas internas por el poder, tras haber pasado a cuchillo a todos los posibles herederos omeyas. A esta dinastía le sucede la Fatimí, que se desdobla en dos ramas principales: occidente, donde albergó el maravilloso arte sículo-normando, y oriente, donde sus familias forman hoy las dinastías gobernantes en la mayoría de los países islámicos actuales. Destacan por su importancia las dinastías Samaní y la Ghazneví. Los samaníes rigieron durante los siglos IX al X y de ellos se conservan los frescos del mausoleo de Nisjapur. Los gahznevíes ocuparon el trono del siglo XI al XIII y nos legaron los frescos del palacio de Lashkari Bazar, un complejo urbanístico de varios kilómetros de perímetro. Las pinturas más bellas, caso aparte de los frescos palaciegos, las encontraremos en los libros sagrados, especialmente de los mogoles indios: el Coram se ilumina a la manera medieval cristiana con pequeñas escenitas llenas de figurillas, así como sus libros de poesía, cuentos, ciencia, etc. El colorido, las tintas planas y la fantasía más desbordante son las principales características de estas pequeñas obras de arte. Un caso aparte del discurrir general del Arte Árabe lo constituye Al-Andalus, nombre que los árabes otorgaron a sus conquistas en la Península Ibérica. La fusión cultural con los elementos del arte cristiano a lo largo de siete siglos produjo unas tipologías únicas, sólo seguidas a menor escala por las pinturas sículo-normandas. El Arte Hispano-Musulmán hoy por hoy se considera uno de los más bellos de la historia universal volcado especialmente en la arquitectura, pero con rarísimos ejemplos de pintura.
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