miércoles, 27 de junio de 2007

ARTE ABSTRACTO ESPAÑOL



El interés por el arte abstracto fue tardío en España. Los artistas españoles más significativos que construyeron las primeras vanguardias se mantuvieron siempre dentro de los cauces del arte figurativo. Una vez concluidas las vanguardias históricas, cuando el arte abstracto se extiende por todo el mundo, en España se vive un régimen de autarquía. El aislamiento que sufrió el país durante las primeras décadas de la dictadura contribuyó aún más a retardar la práctica de la abstracción.

El régimen no veía con buenos ojos unas manifestaciones estéticas que hablaban en un lenguaje críptico que, sin duda, era subversivo y extranjerizante. Efectivamente, el desparpajo y la libertad con que estos pintores y escultores aplicaban la pintura y utilizaban la materia era ofensivo para unas instituciones que deseaban un arte academicista que exaltara los valores nacionales.

Por lo tanto, hacer arte abstracto a finales de los años cincuenta era algo más que adoptar una estética: suponía tomar una postura, arriesgándose a la reprobación en unos momentos políticamente difíciles. Es necesario recordar esto ahora, cuando los artistas españoles pueden servirse de cualquier tema, técnica, estilo o material con entera libertad, para comprender el sentido ético de esas posturas y las dificultades de todo orden que entrañaba tomarlas. Es necesario recordarlo además porque este museo, donde los cuadros y esculturas se contemplan serenamente, ubicados en los espacios singulares de este edificio gótico, podría inducir a formar una idea esteticista de unas obras que, en muchos casos, fueron enseña de vanguardismo y objeto de rechazo o desprecio crítico.
Casi todos los artistas aquí representados, durante los años cincuenta, en su etapa de formación, residieron en el extranjero, París y Roma fundamentalmente, y viajaron por diferentes países donde tuvieron ocasión de contemplar el arte que se hacía en Europa, añorando poder trabajar en España de la misma manera. No quiero decir con ésto que pretendieran imitar las formas o los estilos que allí vieron, sino que pretendían poder pintar y esculpir en libertad según sus temperamentos; pretendían hacer arte abstracto sin ser sospechosos de nada.

Si nos fijamos en las obras aquí reunidas descubriremos que no son ni expresionismo abstracto americano, ni abstracción lírica francesa; tampoco Op art o constructivismo, aunque se aprecien, en cada una de ellas, rasgos de aquí y de allá, como es lógico. Por encima de estos rasgos se distingue un sello muy español que ha sido rastreado por los críticos e historiadores en la pintura de El Greco, Ribera, Velázquez o Goya, en el pensamiento trágico y místico de nuestros poetas y el temperamento, mitad fogoso mitad sobrio, del carácter español. Pero, por encima de tópicos sobre «lo español» y a pesar de los diferentes estilos que en estos artistas se pueden reconocer, no cabe duda que en todos los cuadros y esculturas de este museo se aprecia un «aire de familia» que une las obras aquí reunidas, lo que da a éste un carácter irrepetible. Ese aire, que define a una generación, no tiene que ver con los temas, los estilos o las técnicas que emplearon, que son muy diversas, sino con la génesis de una ilusión: el triunfo de la abstracción; tiene que ver con el hecho de haber sido compañeros en esa lucha y, sobre todo, amigos. A ellos debemos el habernos enseñado a desembarazarnos de los prejuicios para ver, comprender y amar el arte actual.

Pero no hemos de conformarnos con descubrir estas similitudes, esa empatía que irradian las obras, sino que es necesario atender también a las enormes diferencias que hacen del trabajo de cada uno de ellos un mundo distinto que se expresa con un lenguaje propio e inconfundible.

Para poder desarrollar este trabajo individual y darle una proyección crítica y social, casi todos estos artistas, en algunos momentos de su vida, se agruparon para realizar exposiciones y publicaciones colectivas. Estos grupos nos pueden servir como hilo conductor para comprender las diferentes caras de esta aventura del arte abstracto español.

Cinco grupos polarizarán este esfuerzo, Dau al Set en Barcelona, El Paso en Madrid, Parpalló en Valencia, Gaur en Vitoria y la fundación del Museo de Arte Abstracto Español en Cuenca. Éstos son los jalones más claros de este período que se inicia a finales de los años 40.

Los artistas del grupo Dau al Set (1948-1953), entre ellos Antoni Tàpies y Modest Cuixart, que colaboraron en su fundación, partiendo de la ensoñación y el automatismo surrealista llegaron a la abstracción matérica.

El Paso (1957-1960) se fundó para vigorizar el arte español contemporáneo. A él pertenecieron, entre otros, Manuel Millares, Antonio Saura, Luis Feito, Manuel Rivera, Rafael Canogar y Martín Chirino. Entre todos, desde diferenciadas posturas personales, configuraron un vigoroso lenguaje abstracto, informalista y liberador muy característico de la pintura comprometida en los años cincuenta y sesenta.

Amadeo Gabino y Eusebio Sempere, junto a otros artistas valencianos, intentaron, desde el Grupo Parpalló (1956-1961), realizar un arte abstracto que, por el contrario, se apoyará en cualidades formales, recuperando la tradición experimental de las vanguardias constructivas.

Chillida, fundaron el grupo Gaur (1966-1970) como un frente cultural vasco en torno al arte abstracto e informalista que, en el caso de los escultores, tenía un fuerte sentido constructivista y geométrico. De esta manera, estos dos últimos grupos formularon el otro polo de la abstracción en España.

Algunos artistas de todos estos grupos se reunirán alrededor de Fernando Zóbel y de los pintores Gustavo Torner y Gerardo Rueda en la creación del Museo de Arte Abstracto Español. Pero esta historia requiere, tal vez, una mayor atención.

Fernando Zóbel, que había nacido en Manila (Filipinas) y se había educado en la Universidad de Harvard, gracias a sus continuos viajes por Estados Unidos, Francia, Italia y España, conocía perfectamente tanto el expresionismo abstracto americano como el informalismo europeo. Desde 1955, en que comenzó a viajar por España, se interesó por el trabajo de los entonces incipientes artistas abstractos, y cuando se instaló definitivamente aquí, en 1961, les animó adquiriéndoles obra, siendo el primer comprador de algunos de ellos. Llegó un momento en que su colección personal tenía suficiente entidad y coherencia, lo que le planteó la obligación social de mostrarla al público.

Ayudado por los propios artistas, muy particularmente por Gustavo Torner y Gerardo Rueda, que fueron los primeros conservadores de la colección, lograron que el Ayuntamiento de Cuenca les cediera parte de las Casas Colgadas, que acababan de ser restauradas, como sede del museo que se inauguró en 1966.

En la ciudad alta de Cuenca, que entonces se hallaba abandonada, con la mayoría de sus edificios en ruina, se fueron instalando algunos de estos pintores. Zóbel, Torner, Saura, Millares, Rueda, Antonio Lorenzo, Sempere y José Guerrero adquirieron casa, y en el Museo trabajaron como colaboradores Jordi Teixidor y José María Yturralde. De esta manera surgió el milagro: la recuperación, a través del arte, de un conjunto urbano del que el Museo de Arte Abstracto Español es su eje y motor.

En 1980 el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca era ya muy conocido, había recibido varios premios y suficiente difusión internacional, la colección había crecido y el espacio físico del museo se había ampliado. Lo que empezó siendo el empeño personal y entusiasta de un grupo de amigos reclamaba ya una atención y dedicación profesionalizada que desbordaba a sus creadores. Fernando Zóbel decidió entonces donar la colección del museo a la Fundación Juan March, que la aceptó e incrementó con sus propios fondos y con la adquisición de la colección del Dr. Amos Cahan, médico norteamericano que vivió en España y coleccionó obra de estos artistas en los años cincuenta y sesenta.

Ahora, una colección estable, elegida con un criterio que pretende dar coherencia histórica a los esfuerzos creativos y los logros estéticos de una generación, se ha convertido en un homenaje a estos artistas que arriesgaron más de lo que esperaban recibir.
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Jorge Oteiza
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