lunes, 18 de junio de 2007

INDIA



El arte de la India es esencialmente tradicional, hierático, simbólico; su fin es religioso y pertenece a las representaciones de dioses y de seres sobrenaturales. Hasta la época moderna, y fuera de las artes menores, no hubo un arte por el arte en la 1. ni un arte profano. Su comprensión exige el conocimiento de las formas religiosas y filosóficas del pensamiento hindú. 1. La estética del arte hindú. Este arte tiene tendencia a ser descriptivo y narrativo, sobre todo en sus primeras épocas; más tarde, esta característica se refugió en las miniaturas hindúes donde ejerció un gran predominio en los s. x111 y xiv la influencia persa. Sin embargo, y fuera de este aspecto formal, existen constantes que han orientado invariablemente este arte y que vamos a estudiar. La fuerza tradicional ha sido absoluta durante centenares de años en la elaboración de esta estética, igual que la autoridad de los libros sagrados lo ha sido con sus cánones; de ahí se comprende el gusto por el ritualismo, la clasificación, la creación de tipos ideales, la codificación de los gestos de la danza sagrada y de las estatuas, la utilización de símbolos fijos, de adornos determinados, de posturas canónicas, de representaciones estereotipadas. La iconografía se codificó y el arte se convirtió en el producto de una técnica ritual; hay un vocabulario plástico compuesto por actitudes clasificadas y la perfección religiosa y estética consiste en la identificación perfecta de la obra de arte con el código ritual y sagrado. La obra de arte es una réplica del cosmos; si la forma del dios es humana, reproduce en realidad una energía sobrenatural, un mundo divino; por ciertos ritos, que recuerdan los de Egipto, se le da vida y poder y la estatua es una fuente de energía divina, un punto de irradiación del cosmos sobrenatural en nuestro plano humano. La creación de una obra de arte pide una técnica de yoga (v.) con la cual, el artista, invocando a la divinidad, medita sobre su forma hasta tener la imagen sagrada en su mente y reproducirla. Así, el arte es una sabiduría, un ritual (Shilpa-vidyá rahasyopanishad). El arte hindú intenta siempre integrar las formas geométricas y arquitectónicas; el yantra es el esquema lineal, es un plano de refracción entre el mundo de las Ideas y el de la Manifestación. Todo es simbólico, una imagen mística que el artista encarna en su obra; dentro de estas reglas canónicas, tiene libertad de expresión y ahí puede demostrarse el genio de un gran creador. La arquitectura hindú siguió las mismas normas que las de la escultura y la pintura; sus temas principales son el altar, el pilar-eje del mundo, la caverna, la montaña, el recinto sagrado. El plano del templo sigue una codificación y unas normas estrictas establecidas en tratados sacros especiales. Es un arte nacido de la meditación; nunca intentó expresar la belleza física en sí como, p. ej., el arte griego. La verdadera belleza no puede ser corporal. 2. Arte protohistórico. La primera gran manifestación cultural en el arte hindú corresponde a la civilización protohistórica de Mohen-jo Daro (v.) y Harappá, en el NO de la I., en las orillas del río Indo; las excavaciones han revelado la existencia de numerosas ciudades, frecuentemente superpuestas en el mismo emplazamiento, y que parecen haberse inspirado en las ciudades mesopotámicas (2800 a. C.); se han descubierto sellos de esteatita idénticos a los hallados en Mesopotamia; el tipo de sepultura en Harappá es idéntica a la de Sumer. Las características de las dos civilizaciones son muy semejantes. Esta cultura protohistórica tenía una producción artística original: objetos en bronce, en bronce de estaño, estatuas de terracota, de piedra, joyas, collares que recuerdan el arte del Sumer primitivo. Los sellos cilíndricos de esteatita y las tablillas de cobre son muy numerosos; llevan figuras de animales y signos de una escritura todavía no descifrada. Ahora parece haberse demostrado bien que la gran emigración aria al N de la I., ha sido una invasión lenta; los textos védicos cuentan las luchas que los indoeuropeos hubieron de sostener contra los indígenas y la destrucción de sus ciudades, con lo que desapareció la cultura protohistórica hindú. 3. El arte búdico de los stúpa. No queda nada de los primeros tiempos de la instalación de los arias en el N de la I.; sin duda, todo desapareció porque las construcciones se hacían de madera y ladrillo. Las primeras huellas artísticas son las del tiempo del emperador Ashoka (hacia el a. 274-268 a. C.), el gran Maurya (v. MAURYA, DINASTíA), fundador del primer imperio histórico después de Chandragupta. Quedan las ruinas de la capital de Pátaliputra que Estrabón comparó con los palacios aqueménidas de Susa y Ecbatana. Las decoraciones y los capiteles imitan el estilo de Persépolis. De aquel tiempo se datan las columnas, lát, que llevan grabados los famosos edictos búdicos imperiales. Estos pilares, con fuste liso y pulido, llevan un capitel campaniforme que sostiene generalmente un animal (toro, león) o grupo animal esculpido en altorrelieve; la influencia aqueménida es evidente. Los primeros monumentos construidos que perduran son los stúpa búdicos, túmulos en forma de media esfera, rodeados de una balaustrada y coronados por una especie de quitasol de piedra; es una variedad del antiguo túmulo funerario utilizado por los arios védicos para enterrar a sus jefes. Los stúpa búdicos guardaban reliquias de Buda o de santos y se convirtieron en un símbolo cósmico de la potencia universal del budismo (v.). El más importante e$ el stúpa de Bhárhut, cuyas esculturas del s. II a. C. son las primeras de la serie de los bajorrelieves narrativos en piedra. La realización de las figuras humanas es muy primitiva, pero denota un trabajo de artesanía de marfil; las esculturas de las puertas y de las balaustradas representan escenas de las vidas anteriores de Buda, los játaka, dioses antiguos hindúes, los yakski, y escenas de la vida dei maestro, aunque éste no aparece en figura, sino siempre en símbolos (rueda de la Ley, quitasol, el Ábol de la Iluminación, el trono vacío). Los stúpsa de Sáñchi, en la I. central, muestran un arte más perfeccionado, más dueño de sí, con unos motivos que proceden de Asia occidental: leones alados, capiteles, motivos dentados.
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